Este texto es mi respuesta a una tarea de un curso sobre el abandono en la Educación Permanente. La reflexión personal me ha parecido interesante.
Por si no lo sabéis, soy profesora de Informática en un centro público. Este curso imparto clases, entre otras, de TIC-1 y TIC-2 en Bachillerato semipresencial.
Hola a todos.
Se han mencionado muchas de mis ideas anteriores, y he descubierto otras que ni me había planteado.
En mis clases de primero, pero especialmente de segundo de bachillerato el absentismo es casi total.
Yo soy profesora de Informática, y es cierto que tengo alumnos que ni tienen ordenador ni tienen intención de pedir uno prestado al centro.
También tengo alumnos que trabajan y/o tienen hijos pequeños u otras cargas familiares.
Otros han ido algún día porque les obligan en casa.
El resto ... el resto ya me dijeron uno de los pocos días que vinieron a clase que con 2 días a la semana era bastante, que el resto del tiempo era para dormir y disfrutar.
¡Me desesperan!
Todas las juventudes fueron/fuimos tachadas de lo mismo: de inútiles, de no esforzarnos, de no tener vocación de estudio, de pensar sólo en el hoy. Y aunque no todos fuimos así, la fama es la fama, es lo normal.
Si bien cuando mis padres eran jóvenes había trabajo a destajo, cuando me tocó a mí, o estudiabas, o no trabajabas. Y ahora, ya da igual lo que estudies, que es complicadísimo encontrar trabajo.
Esto, comprendo, desmoraliza a cualquiera. Y si ya el pan de cada día es ser influencer, instagramer, tiktoker, youtuber, o cualquier cosa que parezca americano pero pronunciado a la española, pues así nos luce el pelo.
La tan ansiada cultura del esfuerzo se deshilacha entre tanta normativa de educación que prima el aprobado sobre el aprendizaje ... ¡Toma castaña!
A veces, hasta hay que unirle a esto síndromes y discapacidades autodiagnosticados, no diagnosticados, mal diagnosticados, o sin tratamiento.
Y los docentes no somos psicólogos, oye. El trabajo del orientador no tengo porqué hacerlo yo, del mismo modo que el orientador no se mete en mi aula a impartir la lección de ciberseguridad.
Muchos alumnos, intuyo, se verán también incapaces de seguir un ritmo al que hace mucho que no están acostumbrados. El tipo y la calidad de estudio y trabajo, de autodidáctica y de esfuerzo va creciendo a la par que el nivel escolar. Y eso cuesta.
La semipresencialidad (como es mi caso) no es dividir por dos los contenidos (como deja caer el jefe de estudios) sino trabajar el doble en casa. Y eso cuesta mucho más aún.
La mayoría caerá en la trampa del "yo no valgo para esto". Y eso no es cierto. Es que aún no conocen su valor.
He impartido clases particulares de ciencias por 30 años, y siempre he dicho que hace falta una asignatura (tal vez la tutoría) que ilustre sobre métodos de estudio, pero también de organización. Y hablo de una organización integral. Tengo alumnos con asperger que son un puro caos personal. Y así, da igual lo que hagan, que no logran aprender porque las distracciones están en su propia mesa. El nivel de atención es primordial para lograr asentar conocimientos.
Y, por último, estamos nosotros, las cabezas de turco.
Nosotros que no somos psicólogos, pero tampocos burócratas. Estamos hasta las mismas narices de papeleo, de documentos digitales, de normas, de tonterías, ...
Y con el absentismo creciente se nos plantean unas clases mucho más tranquilas, con menos que corregir, menos cuentas que hacer a la hora de calificar, me puedo escapar antes si no viene nadie (¡total, quién se va a chivar!) ... ¡buf!
A mí me desesperan mis aulas vacías de uno de los dos primeros de bachillerato que tengo y un segundo. Pero a todos no.
Y estas son las vistas desde mi pizarra. Mal, mu' mal.
Yo soy profesora de Informática, y es cierto que tengo alumnos que ni tienen ordenador ni tienen intención de pedir uno prestado al centro.
También tengo alumnos que trabajan y/o tienen hijos pequeños u otras cargas familiares.
Otros han ido algún día porque les obligan en casa.
El resto ... el resto ya me dijeron uno de los pocos días que vinieron a clase que con 2 días a la semana era bastante, que el resto del tiempo era para dormir y disfrutar.
¡Me desesperan!
Todas las juventudes fueron/fuimos tachadas de lo mismo: de inútiles, de no esforzarnos, de no tener vocación de estudio, de pensar sólo en el hoy. Y aunque no todos fuimos así, la fama es la fama, es lo normal.
Si bien cuando mis padres eran jóvenes había trabajo a destajo, cuando me tocó a mí, o estudiabas, o no trabajabas. Y ahora, ya da igual lo que estudies, que es complicadísimo encontrar trabajo.
Esto, comprendo, desmoraliza a cualquiera. Y si ya el pan de cada día es ser influencer, instagramer, tiktoker, youtuber, o cualquier cosa que parezca americano pero pronunciado a la española, pues así nos luce el pelo.
La tan ansiada cultura del esfuerzo se deshilacha entre tanta normativa de educación que prima el aprobado sobre el aprendizaje ... ¡Toma castaña!
A veces, hasta hay que unirle a esto síndromes y discapacidades autodiagnosticados, no diagnosticados, mal diagnosticados, o sin tratamiento.
Y los docentes no somos psicólogos, oye. El trabajo del orientador no tengo porqué hacerlo yo, del mismo modo que el orientador no se mete en mi aula a impartir la lección de ciberseguridad.
Muchos alumnos, intuyo, se verán también incapaces de seguir un ritmo al que hace mucho que no están acostumbrados. El tipo y la calidad de estudio y trabajo, de autodidáctica y de esfuerzo va creciendo a la par que el nivel escolar. Y eso cuesta.
La semipresencialidad (como es mi caso) no es dividir por dos los contenidos (como deja caer el jefe de estudios) sino trabajar el doble en casa. Y eso cuesta mucho más aún.
La mayoría caerá en la trampa del "yo no valgo para esto". Y eso no es cierto. Es que aún no conocen su valor.
He impartido clases particulares de ciencias por 30 años, y siempre he dicho que hace falta una asignatura (tal vez la tutoría) que ilustre sobre métodos de estudio, pero también de organización. Y hablo de una organización integral. Tengo alumnos con asperger que son un puro caos personal. Y así, da igual lo que hagan, que no logran aprender porque las distracciones están en su propia mesa. El nivel de atención es primordial para lograr asentar conocimientos.
Y, por último, estamos nosotros, las cabezas de turco.
Nosotros que no somos psicólogos, pero tampocos burócratas. Estamos hasta las mismas narices de papeleo, de documentos digitales, de normas, de tonterías, ...
Y con el absentismo creciente se nos plantean unas clases mucho más tranquilas, con menos que corregir, menos cuentas que hacer a la hora de calificar, me puedo escapar antes si no viene nadie (¡total, quién se va a chivar!) ... ¡buf!
A mí me desesperan mis aulas vacías de uno de los dos primeros de bachillerato que tengo y un segundo. Pero a todos no.
Y estas son las vistas desde mi pizarra. Mal, mu' mal.