El viernes de la semana pasada conocí personalmente a alguien cuya
existencia jamás debería haber conocido.
Me esperaba algo más … yo qué sé, simplemente más.
Pero, bueno, cada uno tiene sus gustos, y escoge la cuchara
con la que va a comer.
Quizá no debería haberle dado el capricho de conocerme y
decirle la verdad. Haga lo que haga, le
muestre lo que le muestre, la chiquilla no va a aprender nunca que nadie cambia: sólo aprende a mentir mejor.
Y es que, digan lo que digan, el amor no es ciego. La obsesión nos lleva a cometer tonterías, a
creernos las mentiras a pie juntillas, a vivir a la sombra de otro, a
conformarnos con migajas. Nos creemos
miserables y, por eso, otro ser vale tanto a nuestros ojos que nos los vendamos
para no ver sus propias miserias.
¡Pobre inocente que aún después de verlo claro, lo niega y se cree tan única!
Y después de esa charla con esta pobre niña que me tiene a
mí por su enemiga, vino la charla con mi mejor amiga.
Ella me aconsejó cuando empezó todo, estuvo a mi lado en los
peores momentos, le ha aguantado las tonterías a él cuando se le acercaba, y siempre
me aconsejó que me apartara de todo (de él, pero sobre todo de la otra).
Ella, ha estado a mi lado también esta vez, escuchando,
comprendiendo, nunca juzgando. Y por
eso, entre mis poquitos amigos más íntimos, ella es como si fuera mi hermana, y
aún mucho mejor: ella es mi Cirineo.
¿Hay alguien así en vuestras vidas, mis Gatunos?
Yo no sabría qué hacer sin Mari Ángeles en la mía.
Yo no sabría qué hacer sin Mari Ángeles en la mía.