Todos dicen que el amor duele, que hay amores que duelen, y pamplinas varias.
Pero el amor nunca duele. Duelen las mentiras que nos creímos, ya fueran nuestras o de los otros.
El poema que sigue es de octubre del año pasado, y está escrito bajo una crisis de pareja insuperable.
El puñal
La misma mente que incansable
te busca en sus rincones más retorcidos,
¡pobre ingénua!, la misma,
te atraviesa, inocente,
con un puñalito fino.
Te miran, así, los ojos de mi alma,
desangrarte como un globo sin cordel.
Y me arrepiento al instante de tan cruel
pensamiento, y beso, contrita, el recuerdo
escurridizo de tu cuerpo desnudo.
Y así, vamos, un día y otro.
Tan cerca te tengo que me da miedo
tropezar con tu sombra al revolver de cada esquina.
Y me revuelvo en mis callejas por no cruzarme
en tu camino. Pero, al final,
estás en todas partes,
como lo está Dios y lo está el diablo
en su envidia.
Verte me duele, y más que no verte.
Ya no te pienso como antes.
Y aún así, me falta algo
si no estás en todos mis días.
¿Habéis sentido eso mismo, mis Gatunos?
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