Gatunos, que se nos va. Míralo, que ya se nos acaba otro año.
Los gatunos que apenas rozáis la veintena (si acaso), no os hacéis una
idea lo que corre el tiempo … sobre todo una vez que ya se te ha pasado, chispa
más o menos, tu media vida.
Para mí, el reloj aún no vuela.
Pero sí que se pega sus buenas carreras de vez en cuando.
Este año ha sido tan completo, que apenas me di cuenta del
pasar de los días.
En estos 365 días, tuve un trabajo que me encantaba. Y me encantaba a
pesar de tener algunos compañeros crueles. ¡Pobres desgraciados! (porque hay que ser muy
infeliz para ser cruel), que no saben que el karma todo te lo devuelve por
triplicado. Y muchas veces, te lo devuelve en quién más
quieres: tus hijos, tus hermanos, tu
perro … o uno mismo. Peroooo, bueno, ya
hablaremos con más detenimiento y detalle de mi periplo en esa empresa.
(Y como sé que van a leer esto lo antes posible, desde aquí les mando
un saludo. Sin acritud, por supuesto,
que la triqueta de la vida ya les retornará lo que les pertenezca. Por cierto, más de uno va a tener que mirar
en el diccionario eso de la acritud y la triqueta).
En estos 365 días, se me partió un diente frontal, y algún imbécil hizo
burla de ello, como si estuviera el tío en prescolar para reírse de la
desgracia ajena; como si no le pudiera pasar, por ejemplo, a cualquiera de sus hijos … Bueno, y ese
lo hizo medianamente en público. Pero es que otros hicieron la sorna por detrás,
como si su falsedad pudiera esconderse a mis ojos.
Menos mal que mi periplo por los dentistas está acabando ya. Duele y lo he pasado muy mal; pero estoy contenta con como va resultando
todo. Gracias, Francisco, por hacerlo posible con tanto cariño.
En estos 365 días, la salud de los míos ha dado algún que otro
vuelco. Pero seguimos vivitos y
coleando. Somos fuertes. Unos más que otros, pero somos. Y hasta perdí otros pocos de kilos. (No gano
p’a ropa, Señó’). El minimalismo sigue
sin ser lo mío, pero aprendí a desapegarme de muchas cosas. Y cambié hasta algunos hábitos insanos.
En estos 365 días, aprendí mucho:
cursos, talleres, clases, libros, …
Y encontré gente la mar de interesante.
Y volvió a escacharrarse mi cámara de fotos, y la de coser también, y la
impresora multifunción … ¡Dios, mira que soy desastre!
En estos 365 días, el amor arrasó con todo cuanto pudo. No hubo lágrimas y sí muchas risas. Conocí a hombres estupendos, a lobos
disfrazados de cordero y a cabritos disfrazados de lobos. Sin poner el ojo en la venganza, demostré que
no trae cuenta engañarme ni ignorar mis advertencias. Es lo que tiene la vida: que no hay mal que por bien no venga. Lo siento, de veras, por quién no me creyó al principio, y me escogió como enemiga, en vez de compañera.
En estos 365 días, no conocí la derrota, pero sí el cansancio. No perdí la sonrisa, aunque sí las ganas muy de
vez en cuando. Me agotaron las
situaciones incomprensibles, los retrasos innecesarios, la desidia de alguno,
la cobardía de muchos, la hipocresía de tantos.
Pero, en estos 365 días, he sido feliz, he compartido, he reído, he
visto, eh caminado, he viajado, he disfrutado, he educado mi paladar, he
conocido, he enseñado, he aprendido, he vivido … y ha sido, a pesar de todo, un
año genial.
Tengo mucho que agradecer al 2018 que se nos escurre sigiloso entre las
manecillas del reloj (los milenials, por si no lo sabéis, son cosas de esas antiguas de
los relojes analógicos).
Y, a vosotros, os agradezco que lo hayáis compartido conmigo. Me da igual si os habéis creído lo que
escribo a pie juntillas y os habéis montado vuestra propia historia en esa
cabecita cerrada. Me da igual si habéis
leído simplemente por cotillear como mi cuñada, o si no os habéis creído
nada. No me importa. Esto son sólo letras arrebujadas con más o
menos arte. No es mi vida, no es mi
mundo, no es mi nada. Es un medio de
expresión como otro cualquiera.
Y lo que decía. Que gracias por
todo, y que el año que viene sea lo mejor posible. Os deseo que seáis muy felices, Gatunos míos.
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