Siempre se nos vendió la Inmaculada Concepción como el anuncio de un salvador del mundo. Y resulta que no se trata de una venta mundial, sino de una compra personal.
La anunciación estrena el tiempo de Adviento: la espera. Nos dice que hay esperanza porque la salvación está en camino. Pero estamos condenados si no nos ponemos en camino, si no aceptamos.
María dió un ⟪sí quiero⟫ al ángel. Y se salvó, y nos dió su salvación. María tenía esperanza y eligió el camino de la acción: ser la madre que educó a quien nos enseñó a liberarnos.
Se nos ofrece todo, y nosotros nos comprometemos (o no) a ser socorrer, a rescatar, a auxiliar, a corregir, a enmendar, a acompañar, a resucitar. Porque si no salvo a otro, no me salvaré. Porque si no lo entrego todo, nada doy. Porque si no lo hago por amor, nada soy.
Dios te guarde, María, porque me diste la Gracia de poder elegir.
Nota: me da igual si eres o no cristiano. Cambia al mensajero de la anunciación, por ejemplo, por el del cambio climático, que está ahora muy de moda: ¿te comprometerías? ¿a qué estás dispuesto a renunciar para no condenar al planeta?
No hay comentarios:
Publicar un comentario