lunes, 9 de diciembre de 2019

Dios te salva, María

El fin de semana fue de celebraciones.  Y ayer celebrábamos los cristianos el día de la Anunciación.  Me gusta esta fiesta.  Y fue ayer que la descubrí como la más reveladora de todo el año.

Siempre se nos vendió la Inmaculada Concepción como el anuncio de un salvador del mundo.  Y resulta que no se trata de una venta mundial, sino de una compra personal.



La anunciación estrena el tiempo de Adviento: la espera.  Nos dice que hay esperanza porque la salvación está en camino.  Pero estamos condenados si no nos ponemos en camino, si no aceptamos.

María dió un ⟪sí quiero⟫ al ángel.  Y se salvó, y nos dió su salvación.  María tenía esperanza y eligió el camino de la acción:  ser la madre que educó a quien nos enseñó a liberarnos.

Es así de sencillo.
Se nos ofrece todo, y nosotros nos comprometemos (o no) a ser socorrer, a rescatar, a auxiliar, a corregir, a enmendar, a acompañar, a resucitar.  Porque si no salvo a otro, no me salvaré.    Porque si no lo entrego todo, nada doy.  Porque si no lo hago por amor, nada soy.

Dios te guarde, María, porque me diste la Gracia de poder elegir.



Nota:  me da igual si eres o no cristiano.  Cambia al mensajero de la anunciación, por ejemplo, por el del cambio climático, que está ahora muy de moda:  ¿te comprometerías?  ¿a qué estás dispuesto a renunciar para no condenar al planeta?

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