El fin de semana pasado, alguien que decía que me apreciaba mucho malinterpretó mucho-mucho-mucho mis palabras. Y como una cosa lleva a la otra (y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid), decidió insultarme públicamente en una red social. Y no sólo eso, también exigía una disculpa pública por la afrenta a su persona (bueno, tal vez no pudiera expresarlo con esas palabras, pero más o menos eso). Y, ¿digo yo? ¿Es tan difícil hablar las cosas en persona?, ¿Hay que pensar mal de alguien de buenas a primeras (sobre todo donde es imposible hacerlo)? ¿Tan pronto se llega del cariño a la desconfianza? ¿Y de la desconfianza a lo irrespetuoso? ¡Así nos luce el pelo, mis Valentines!
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