El jueves de esta misma semana, mis compañero y yo, fuimos a demostrarle a la supervisora de Rehabilitación (del Hospital Virgen Macarena de Sevilla) que a nosotros no se nos llama mentirosos gratuitamente.
Su despacho estaba abierto de par en par, pero ella no estaba en él. La esperamos, porque nos había ofendido y queríamos decírselo en su cara.
Cuando ella llegó, al vernos esperándola se le cambió la cara y se le agrió el carácter. Entramos derechitos a su despacho y le dijimos que no nos gustaba la respuesta a la reclamación.
Enseguida argumentó que ella no era la que había respondido, sino desde Gestión de usuario.
Le mostré la carta que recibí con su contestación personal a la reclamación y entonces admitió que esa parte la había respondido ella misma.
Le dijimos entonces que había mentido para salvar el culo. Que en ningún momento nos comunicó que el fisioterapeuta encargado ese día estaba tratando a un paciente hospitalizado, sino que estaba en su casa. Que tampoco nos dijo que ella misma impartiría la sesión (cosa ya inviable a su edad), y que era imposible que la impartiera en el poco tiempo que quedaba (sin perjudicar al siguiente grupo).
Por supuesto, se puso como una fiera cuando todos la llamamos mentirosa. Argumentó que ella no estaba dispuesta a aguantar esa falta de respeto. Ella es de las que se cree que si nos llama mentirosos a todos nosotros, eso no es faltarnos el respeto, porque sólo somos enfermos.
Así que la reclamación, en este caso, no sirvió de nada en un principio. Pero creo que se lo pensará otra vez antes de volver a mentir de esa manera. Para mí, personas así no merecen la deferencia con que se les trata, tengan la edad que tengan.
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